lunes, 16 de febrero de 2015

Zeinodin Caravanserai


Yazd-Kerman Road
Yazd, Irán

en.wikipedia.org/wiki/Zeinodin_Caravanserai


Aviso para navegantes. Vamos a hablar de un lugar que enamora sin duda o que defrauda sin duda también. Depende de las personas y de lo que estén buscando. Pero por ello mismo merece la pena que le dediquemos un espacio.

En primer lugar se trata de un hotel muy especial.  Zeinodin -o también Zein-o-Din- es un antiguo caravanserai del siglo XVII levantado en el camino entre Yazd y Kerman, una vieja ruta que se internaba en territorio baluchi y que estaba en el área de
influencia de la histórica ciudad de Bam.

Paso casi obligado hacia oriente, Irán posee numerosos caravanserais, en ruinas casi todos los que no están en las ciudades o en sus inmediaciones. Pero este tuvo un destino distinto. Bajo la
iniciativa de algunos iraníes y de amigos de los más diversos lugares, se pidió permiso para rehabilitar el edificio histórico y dejarlo de la manera más parecida posible a como era cuando se construyó. Y también para dotarlo de instalaciones modernas, aunque mínimas, para hacerlo habitable y asegurar un servicio adecuado como hotel.

Aclaremos: no es un hotel para quien busque todas las comodidades. Es el hotel para quien quiera pasar un par de noches en un ambiente lo más parecido al del Irán del siglo XVII cuando los caminos eran largos, el viaje austero y el albergue el lugar para un descanso reparador y
tranquilo bajo el cielo estrellado del desierto.

¿Cómo eran los viajes entonces?¿Cómo eran los viajeros y cuál era su día a día, su reposo, sus satisfacciones al fin de la jornada, su paso del tiempo? La estancia en Zein-o-Din responde a
algunas de estas preguntas y seguro que despertará en el viajero otras nuevas porque rozar la vida del pasado  supone despertar interrogantes y entrever experiencias desconocidas.

En medio del desierto,
la atmósfera amable que crean quienes atienden el hotel consigue el calor que puede faltar a esas instalaciones básicas, aunque necesarias para conservar el espíritu de la antigua posada. La habitaciones son las mismas que hubo tiempo atrás, separadas por
cortinajes, las ventanas los mismos lucernarios en las bóvedas que dieron luz a quienes se hospedaron en ellas durante siglos, las camas son, en realidad, colchones sobre el mismo suelo -todo alfombrado- para no desvirtuar una experiencia que se
quiere auténtica. Como cuartos de baño se han dispuesto dos salas de aguas -de una limpieza extrema-, una para hombres y otra para mujeres, que comparten los huéspedes del hotel.

El compromiso de mantener el edificio -el
único caravanserai de planta circular que se conserva-, para devolverlo un día al patrimonio iraní tal y como debió ser en aquel lejano primer día en el que abrió sus puertas, en vez de jugar en contra ha supuesto un límite a la modernidad que ha dado una fuerte personalidad al lugar. Aunque no todo es posible, ni se le pueden pedir peras al olmo, porque ese antiguo camino que iba de Yazd a Kerman se ha convertido hoy en autopista y el rumor de los coches mantiene con los pies en el siglo XXI a quienes se sienten afortunados de disfrutar de esta experiencia.

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